«Es un hecho establecido que en los polidimensionales mundos del multiverso que la mayor parte de los grandes descubrimientos se deben a un breve momento de inspiración [..] Algo encaja dentro de la cabeza del observador. Según se dice, el descubrimiento de la forma del ADN se debe a que el cientí­fico vio una escalera de caracol en el momento en que tení­a la mente a la temperatura receptiva exacta. Si hubiera cogido el ascensor, toda la ciencia de la genética habrí­a sido muy diferente (aunque también más rápida, seguro. Y además sólo podrí­an subir cuatro personas).

Se suele considerar que esto es algo maravilloso. Pues no. Es trágico. En el universo están entrando constantemente pequeñas partí­culas de inspiración, que atraviesan la materia, más densa, de la misma manera que un neutrino atraviesa un barbapapá dulce, y la mayor parte de ellas se pierden.

Peor aún. la mayorí­a de las que aciertan alcanzan un objetivo cerebral total, definitiva y drásticamente erróneo.

Por ejemplo, la extraña idea de una rosquilla de plomo, de kilómetro y medio de diámetro, que en una mente adecuada habrí­a disparado la invención de un generador gravitacional de electricidad (una forma de energí­a barata, inagotable y no contaminante, que el mundo llevaba siglos buscando, y al encontrarla se enzarzó en una guerra terrible e inútil) la tuvo en realidad un patito, que se quedó muy desconcertado.»

Terry Pratchett de su libro Rechicero